viernes, 4 de mayo de 2012

El tiempo y la Literatura: sobre estéticas y movimientos.


Libro: SEDA de Alessandro Baricco.
Datos sobre el autor, época y la estética literaria del autor/libro:
Alessandro Baricco nació 25 de enero  de 1958 en Turín Italia. Es novelista, periodista italiano, también licenciado en Filosofía, se convirtió en un fenómeno literario mundial con la publicación de la novela Seda 1996, traducida a diecisiete idiomas. Sólo en España ya ha superado las 40 ediciones.
También ha trabajado en televisión. En 1993 presentó el programa L’amore è un dardo, dedicado a la lírica. En 1994 fue ideado y presentador de un programa dedicado a la literatura denominado Pickwick, en el cual se trataban tanto la lectura como la escritura, junto con la periodista Giovanna Zucconi. Fue tras estas experiencias televisivas cuando fundó en Turín, junto con otros asociados, una escuela de técnicas de escritura a la que le dio el nombre de Holden (como el protagonista de la novela El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.
En 2003 colaboró con el dúo francés de música electrónica Air en el disco City reading (Tre storie western), en el que él leyó fragmentos de su novela City.
Las novelas de Baricco oscilan siempre entre lo real y lo onírico (de los sueños o relativo a ellos). El estilo se caracteriza por una concepción personal del ritmo narrativo y sobre todo de una cierta idea de la estética, sirviéndose para ello de la experimentación de variados giros y registros.
En la temática, Baricco se sirve de entornos irreales y personajes forzosamente imposibles, cuyo denominador común en última instancia es la incesante búsqueda y consecución de deseos y sueños para, paradójicamente, explorar y revelar a través de ellos con toda su crudeza los rincones del alma humana.
La imagen surrealista de su obra es siempre presentada por un narrador imposible como sus personajes, quien nunca hace un juicio de éstos, solo presenta a cada cual con la ilusión de ser comprendidos por el lector, quien normalmente se identifica con alguna de las características del personaje.
Para sus críticos es demasiado celoso de la forma e insoportablemente naïf; para sus seguidores, un genio del estilo y la temática. El autor, en cualquier caso, ha desarrollado un estilo muy personal que lo sitúa entre los escritores italianos de relevancia dentro de su generación.
Este libro es un best sellers porque alcanzó un altísimo número de venta en poco tiempo.
El momento histórico en que se basa la novela es en la década  de 1860.
La estética literaria, es una manera de escribir literatura de la manera que se registra en un momento y en un país o varios.
Los textos literarios cambian de acuerdo con las diversas situaciones políticas y culturales que cada país ha vivido y vive a través del tiempo. Este hecho hace que los autores tengan ciertos intereses a la hora de escribir.

Época de autor se adentra en el paisaje de esta mutación de época con extraordinaria agudeza; con esa profundidad disimulada bajo la ligereza que caracteriza su modo de narrar. Quizá Baricco sea un escritor del siglo XIX más que del XX. 

Periodización de la literatura: Período Literario:
Posvanguardismo: desde mediado del siglo XX. Las características son:
*postura critica hacia los medios y la incomunicación, protesta y denuncia de lo absurdo y lo ridículo de la sociedad.
*Actitud posmoderna al mundo.
*Desafío al lector: inversión del tiempo, cambio inesperado de narrador, inclusión de una realidad dentro de otra.
*Se busca, ahora, la experimentación.  



ENTREVISTA CON ALESSANDRO BARICCO

Bartleby vive y es italiano

De paso por Buenos Aires, invitado para participar de la Feria del Libro, el autor de las novelas “Seda” (que lleva vendidos en el mundo más de 47 millones de ejemplares) y “Tierras de cristal”, entre otras, así como de los ensayos reunidos en “Los bárbaros” y “Next”, responde –lacónicamente, como Bartleby, como Samuel Beckett– algunas preguntas.

Por Guillermo Piro


Alessandro Baricco no ama las entrevistas. A decir verdad, este escritor italiano nacido en Turín en 1958 las detesta. Su e-mail, en cuya casilla se amontonan los pedidos de periodistas de todo el mundo para entrevistarlo, tiene un nick que hace perder todas las esperanzas desde el vamos: “bartleby”. El “Preferiría no hacerlo” que una y otra vez contesta el personaje del célebre relato de Herman Melville funciona, en su caso, como un anticipo de lo que al periodista le espera.
Pero como invitado especial a la Feria del Libro de Buenos Aires, no tiene otra alternativa. De hecho, en su corta visita de cinco días a la Ciudad, no dejó de conceder entrevistas, dejarse fotografiar y firmar cientos y cientos de ejemplares de sus libros. De modo que, al concluir la entrevista pública con el que suscribe en una atestada sala Jorge Luis Borges, el requerimiento de Baricco resulta, cuando menos, sorprendente:
—¿Creés que sería posible que me entrevistara con Víctor Hugo Morales?
—¿Querés que Víctor Hugo te entreviste?
—No, no –se apresura a decir–, no hablo de una entrevista, quiero encontrarme con él, lo admiro.
—¿Y a qué se debe tu admiración por Víctor Hugo?
—Bueno, amo el fútbol, y considero al fútbol una de las formas que puede adoptar la épica. De modo que un cronista deportivo no es otra cosa que un narrador, y no conozco en ese sentido mejor narrador que Víctor Hugo Morales. Además quiero conocerlo porque uno de los personajes del libro que estoy escribiendo actualmente es un relator deportivo.
—Supongo que sabés que, además, Víctor Hugo es un gran melómano, como vos...
No lo sabía. El encuentro inusual tuvo lugar dos días después en un restaurante de Avenida de Mayo y Tacuarí. Víctor Hugo, un tanto sorprendido, evaluaba la conveniencia de entrevistarlo en su programa de radio, a lo que Baricco, como un nuevo Bartleby, se limitaba a decir:
—Hagamos lo que te haga feliz. Yo sólo quiero oír tu voz...
Los oyentes de La mañana, el programa que conduce Víctor Hugo todos los días por Radio Continental, fueron testigos de ese encuentro. Al final, deambulamos por la Plaza Roberto Arlt.
—Arlt sufría de problemas cardíacos y frecuentes dolores de estómago. Había estado internado en un sanatorio y le habían recetado unas inyecciones. Cuando murió, su viuda encontró en su escritorio todas las inyecciones que, él decía, se hacía poner en la farmacia del Círculo de la Prensa...
La historia de Arlt parece gustarle –imagino–, porque de algún modo reafirma su teoría acerca de la inadaptabilidad social de los genios.
—Siempre quise saber por qué “Castelli di rabbia” (“Castillos de rabia”) fue traducido como “Tierra de cristal”...
—Es un libro que escribí en un período particular de mi vida, cuando estaba muy enojado conmigo mismo. Por eso la rabia. Los castillos, en cambio, tienen que ver con el niño que sueña y construye su propio mundo. En cuanto al título Tierra de cristal, sucedió que en el original hay un pequeño juego de palabras: sabbia-rabbia, que en español se perdía completamente (“arena-rabia”). Fui yo mismo quien eligió Tierra de cristal.
—Tus novelas siempre están ambientadas en el pasado, ¿por qué?
—Porque cuando quiero escribir sobre el presente prefiero hacerlo con un artículo, no con una novela. Hay historias que surgen en mí y me parecen importantes, pero siento que desde ese momento no pertenecen a un tiempo o a un lugar definido. Son como mundos separados del resto, con sus propias leyes. Cuando escribo novelas, el presente no tiene nada que ver.
—¿Por qué tus personajes tienen siempre nombres tan extravagantes?: Hervé Joncour, Rail, Bartlebloom...
—Extravagantes no sería la palabra apropiada, yo diría musicales. En todo caso nacen de manera extravagante, que es otro modo de llamar a la casualidad. El asunto es que no consigo escribir historias con nombres normales, lo que, volviendo a lo que hablábamos hace un rato, me mantiene alejado de escribir historias contemporáneas, porque apenas me imagino escribiendo “Marisa entró en la habitación...” se me viene todo abajo. Es mi límite. Además porque, pienso, siento veneración por los nombres que Dickens le ponía a sus personajes: Ebenezer Scrooge, Pecksniff, Nicholas Nickleby, Pickwick...
—En los años 80 el diario francés “Libération” realizó una encuesta a nivel mundial entre 300 escritores, respondiendo a la simple pregunta “¿Por qué escribe usted?”. Hay allí respuestas un tanto lacónicas, como la de Samuel Beckett, que se limita a decir: “Porque es lo único que sé hacer”. Pero también las hay mucho más extensas, como la del entonces joven Jean-Marie Le Clézio, que ante la pregunta rememora un momento de su infancia y concluye: “Bien, por eso escribo”. Siempre lamenté que “Libération” no hubiera de algún modo actualizado esa encuesta, reeditando ese libro pero extendiendo la pregunta a 300 escritores más. ¿Cómo responderías hoy a esa pregunta?
—Debo decir que la respuesta de Beckett me resulta muy tentadora por lo justa. Lamento decepcionarte, pero tendré que ser lacónico yo también. Hoy respondería “Porque es lo único que sé hacer”. Tal vez agregaría que porque es una de las tres cosas que me dan más placer. No me preguntes cuáles son las otras dos.


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